Comentario
CAPITULO XXXV
Favorables providencias que consiguió del Exmó. Señor
Virrey para la espiritual Conquista
Tan importante fue la ida de nuestro V. P. Presidente a México, que si no emprende tan penoso viaje, estaba en evidente peligro de desampararse lo conquistado porque, como recién entrado en el Gobierno el Exmô. Señor Bailio Frey D. Antonio María Bucareli, se hallaba sin instrucción de lo que era esta Conquista, y que dependía su subsistencia del Departamento de S. Blas, para socorrer por mar estos Establecimientos, por no haber otra proporción; y que todavía no se hallaba entonces razón alguna, en el Palacio ni del Puerto ni de los Barcos, siendo el mes de Febrero; cuando por este tiempo navegaban ya en los años anteriores los Barcos para estos Puertos; y antes se trataba de desamparar y despoblar el de San Blas.
Decían unos a S. Excâ. que con entregar al Habilitado de la Compañía del Presidio de Monterrey el situado de la Tropa, y al Síndico del Colegio los sínodos de los Misioneros, ya no había más que hacer. Y otros más piadosos, haciéndose cargo de que estos nuevos Establecimientos no podían tener comunicación para proveerse de ropas, y víveres sino por mar, decían, que para esto no era necesario el Departamento de S. Blas: que se podían conducir con recuas hasta las Provincias de Sinaloa y Puerto de Guaimas (como quinientas leguas de México) y de aquel Puerto, decía el Proyectista, que con lanchas (que no las hay) se podría transportar la carga por el Golfo hasta la Bahía de San Luis, cerca de doscientas leguas; y últimamente de allí con mulas se podría llevar hasta Monterrey, que es distancia de trescientas leguas pobladas casi todas de Gentiles. Con que tenían que caminar las cargas de vestuario, y víveres ochocientas leguas por tierra, y cerca de doscientas por mar, para cuyos fletes sólo era necesario todo el sínodo y situado, y dos años para un viaje, cuando no se perdiesen en el camino. En este estado halló mi V. Fr. Junípero el punto de provisiones para estos nuevos Establecimientos.
Enterado de todo, y tomada la bendición del R. P. Guardián del Colegio, se fue a tratar con S. Excâ. este asunto; y habiendo sido recibido con afectuosas expresiones, hizo una relación en general del motivo de su ida; a que le respondió el Exmô. Señor Virrey, que haría cuanto pudiese en beneficio de aquella Conquista; y así que por escrito asentar se cuantos puntos considerara oportunos para el bien de ella, así en lo espiritual como en lo temporal. Respondióle el V. P. que lo haría; pero que no podía menos que suplicar de pronto, que se dispusiese la remisión de víveres cuanto antes, porque si no iba socorro de San Blas, no había por donde pudiese ir. Al oir esto S. Excâ. le encargó pusiese por escrito las razones por que consideraba necesaria la subsistencia del Departamento, pues se trataba de despoblar aquel Puerto. Con esta primera visita ya empezó a conseguir las favorables providencias que deseaba nuestro V. Padre. En cuanto se retiró para el Colegio a poner los informes pedidos por S. E. mandó este Señor preciso orden a S. Blas, para que se acabase de construir la Fragata que estaba comenzada, y mandada suspender su formación, como asimismo para que se aprontase un Paquebot, y que cargado de víveres saliese a toda diligencia para Monterrey.
Así se practicó saliendo el S. Carlos al mando del Capitán D. Juan Pérez; pero tuvo la desgracia de los malos tiempos, que no dejándolo salir del Golfo, lo hicieron arribar a Loreto con el timón descompuesto, y por esta causa imposibilitado de hacer viaje. Descargó allí los bastimentos, y por no haber forma ni medios, para conducirlos, se originó la mayor hambre que se ha padecido en aquellas tierras, pues en los ocho meses que duró, fue la leche el maná para todos, de la cual fui participante como los demás; pero gracias a Dios todos con salud.
Llevó el V. P. Junípero el Papel pedido por S. E. con las razones convincentes para que subsistiese el Departamento de San Blas, y fue tan a satisfacción de aquel Señor Exmô, que despachó el mismo original a la Corte, y resultó la Real Orden para la conservación del citado Puerto, y que se le diese todo fomento, como asimismo que S. M. mandase de los Departamentos de España siete Oficiales de Marina, Tenientes de Navío y de Fragata, y Alférez, como también Pilotos de Armada, Cirujanos y Capellanes, así para los viajes, como para administrar a los del Departamento.
Conseguido de S. Excâ por de pronto la subsistencia del Departamento de San Blas, y la remesa de víveres para estos Establecimientos, se puso el V. Padre Junípero a trabajar el otro Informe para las providencias correspondientes a la Conquista, y extensión de nuestra Santa Fe Católica. Este lo redujo a treinta y dos puntos, poniendo en cada uno de ellos las razones con que probaba la necesidad de la providencia, y la utilidad que de ella se seguiría. Entregó esta extendida Representación en mano propia a S. Excâ. diciéndole de palabra las siguientes razones: "Señor Exmô. Pongo en manos de V. Excâ. esta Representación, por la cual verá que cuanto digo es la verdad pura, y cuanto expongo, me parece que en conciencia lo debo decir, porque lo considero muy preciso y necesario para que se consiga el fin que tiene S. M. en erogar tan crecidos gastos, que es la conversión de las muchas almas, que por carecer de conocimiento de nuestra Santa Fe Católica, gimen bajo la tirana esclavitud del enemigo; y con estos medios y providencias me parece fácil conseguirla. Espero que V. Excâ. la leerá, y determinará lo que juzgare justo y conveniente, lo cual podrá hacer con el seguro de que tengo de volverme, y deseo ejecutarlo cuanto antes, ahora consiga lo que pido, en cuyo caso me volveré contento; y si no lo consigo, iré algo triste; pero siempre muy conforme a la voluntad de Dios."
De tal manera edificó a S. Excâ. tan humilde resignación, que desde luego se constituyó Juez, Abogado y Patrono de la causa. Mandó celebrar Junta de Guerra y Real Hacienda, que presidió el mismo Señor Excmô.; y habiéndose visto y examinado por todos los Señores de ella punto por punto la Representación, votaron todos a favor de la Conquista, concediendo mucho más de lo que pedía el V. Padre. Mandó se formara un Reglamento que sirviese de norma para el gobierno que debía observarse, y evitar por este medio las novedades, que se suelen experimentar por las mutaciones de Comandantes, pues gobierna cada uno según su genio. Aumentóse la Tropa: se fundó Presidio en San Diego de pronto, y después otro en este Puerto de Ntro. P. S. Francisco; y últimamente otro en la Canal de Santa Bárbara. Púsose en orden el modo de proveer a la Tropa de víveres y ropas; mandó retirar la de a pie de los Voluntarios de Cataluña, y que toda en adelante fuese de Cuera, como también el Capitán Comandante, por ser esta Tropa la mejor para conquistar Gentiles.
Para fomento de las Misiones así fundadas, como por fundar, dispuso en el Reglamento, que a cada una se le diesen seis Mozos para sirvientes, pagándoles sueldo y ración de cuenta del Real Erario por el tiempo de cinco años, así para las obras precisas que se ofrecen en una Misión, como para el laborío de tierras, a fin de que a su ejemplo aprendiesen, se aplicasen, y civilizasen los Neófitos; y otras muchas providencias muy favorables y conducentes a la espiritual Conquista, a más de una gran limosna de Maíz, Frijol, Harina, Ropa, etc que importó más de doce mil pesos, y cien mulas, que mandó se repartiesen entre las Misiones.
Para evitar que esta nueva y remotísima Provincia volviese en lo sucesivo a padecer necesidades por desgracia accidental de los Barcos, consultó S. Excâ. al V. P. Presidente si convendría descubrir paso por el Río Colorado, para que pudiese esta Provincia comunicar por tierra con las de Sonora, Sinaloa y demás de la N. E. a fin de que en caso de pérdida de Barcos, hubiese recurso por tierra para algún socorro.
En vista del Billete de consulta de S. E. le respondió nuestro V. Fr. Junípero, también por escrito, que le parecía convenientísimo, como también, si fuese dable, que se practicara lo mismo con las Provincias del Nuevo México, o del Sur, y no bajando de altura de el dicho, darían luego con el Puerto de Monterrey.
Luego que el Exmô. Señor Virrey vio aprobado su pensamiento por nuestro V. Padre, despachó orden al Capitán del Presidio de Tubac de las Fronteras de Sonora, nombrado D. Juan Bautista Anza, para que con la tropa y víveres necesarios saliese de Expedición a abrir camino desde su Presidio hasta el de Monterrey, pasando los dos Ríos Gila y Colorado. Así lo ejecutó, lográndose felizmente la Expedición, como diré adelante.
Con la frecuente comunicación, y largas conversaciones que S. Excâ. tuvo con el fervoroso Fr. Junípero en los siete meses que este se mantuvo en México, se le pegó en gran manera el religioso celo de la conversión de las almas y extensión de nuestra Católica Fe, y Dominios de nuestro Soberano; de modo que ya no se le saciaba la sed que le había causado el continuo trato de tan dulce asunto con el V. Padre acerca de conseguir la reducción de los Gentiles, que se habían hallado en el espacioso tramo de trescientas leguas de Costa, que descubrieron las Expediciones; y deseaba saber si más arriba de lo descubierto estaría poblado de Gentilidad, para establecer también allí espirituales Conquistas. Propúsolo al V. Padre diciéndole, que deseaba hacer una Expedición marítima, para que se registrase la Conquista, a fin de ver si estaba poblada, y si se encontraba algún Puerto para nuevos establecimientos; pero que lo detenía por ahora la falta de Embarcación y de Sujetos al propósito.
Al oir esto el V. P. Junípero, que estaba hidrópico en estos asuntos, pues jamás se le mitigó la sed que padecía en punto de la extensión de la Cristiandad, ni se le proponía dificultad alguna; no solo le alabó el pensamiento, sino que todo se lo facilitó, diciéndole, que en la Fragata que había mandado acabar, y con el Capitán D. Juan Pérez, tenía S. E. lo que necesitaba para el desempeño, saliendo de Monterrey y luego que dejara la carga de víveres, y avíos. Era tal el concepto que tenía formado S. Excâ. del V. Fr. Junípero, que sin más consulta que el parecer de S. R. dio las correspondientes órdenes para la citada Expedición; la cual tuvo el feliz éxito que diré en su lugar.